Llega el invierno y con él sus consecuencias o encantos, depende de cómo se mire. Se presenta como alguien que te cae mal, le invitas para un rato, pero ahí se queda y lo tendrás que soportar te guste o no.
Las temperaturas descienden, empiezas a moquear, esto no hay quien lo pare. No sientes los pies, te pones dos pares de calcetines, pero nada, siguen igual de gélidos. ¿Y las manos? Como cubitos de hielo, ni con guantes se soluciona.
El frío te va calando hasta meterse en tus entrañas. Te pones capas y capas de ropa y parecemos el muñeco Michelín, pero es tan persistente que siempre encuentra un hueco por donde meterse.
Bajo el edredón sube la temperatura, los cuerpos se abrazan y calientan, hasta que estalla la tormenta.
Y reina la escarcha en la madrugada.
CAPERUCITA... 